sábado, 22 de diciembre de 2007

"El partido del siglo" de este mes

19 de noviembre de 2005. Servidor que esto escribe apenas llevaba mes y medio en Irlanda. Me encontraba viendo el “partido del siglo” –uno más- en O´Branaghans, un pub de Dublín, escoltado por una cuadrilla de 5 ó 6 nativos que insistentemente rellenaban sus vasos de medio litro con un mejunje negro llamado Guinness. Con pasión andaluza y bebida irlandesa llegó el pitido inicial del clásico español. El Bernabéu a reventar. Un punto separaba a ambos equipos en la clasificación. Ese año Vanderlei Luxemburgo dirigía al Madrid, donde trataba de imponer su estilo brasileño con un experimento hexagonal de escaso calado social: el cuadrado mágico, probablemente uno de los errores más bochornosos de la geometría moderna.

El Madrid comparecía como la megaestrella de Hollywood que lleva varios años con papeles en películas de serie B: venido a menos pero conservando el respeto que se le profesa por el nombre, porque todos han visto alguna película suya alguna vez. El galacticidio ya ondeaba en el horizonte, pero el falso espejismo de la clasificación mantenía un rayo de esperanza. Casillas -como antes, como ahora, como siempre- y Ronaldo -en sus últimas paellas felices por la capital- mantenían a flote un buque demasiado pesado como para no naufragar.

En el Barça, Rijkaard vertía la presión sobre el conjunto blanco, que se presentaba al choque a un punto de los azulgrana en la general. Con la tranquilidad de ser los actuales campeones, presumían de su sangre joven. Messi empezaba por aquel entonces su meteórico ascenso al olimpo de los más grandes, aquellos que cuando reciben el cuero congelan el tiempo para que todos observen, ponen en pie a creyentes e impíos por igual y hasta pueden permitirse el lujo de marcar goles con las manos; Ronaldinho, el feo de la sonrisa preciosa que no necesitaba manos, porque era como si tuviese 6 pares de pies, no sabes si bailaba samba, rap o breakdance, porque mezclaba todas; y Eto'o, el hijo que quiso ser pródigo y terminó siendo prófugo, la hambrienta gacela africana, el nuevo descarado Henry, el crack que tuvo que huir porque no había sitio para tanto extranjero en la Castellana. Su plaza ya había sido ocupada por Samuel, un año en Madrid y gracias; la florentinada que cambió el curso de la historia.

Minuto 76 de partido. Ronaldinho, como si andase buscando repetir el mismo gol que 20 minutos antes, se va de Sergio Ramos por la izquierda y bate de nuevo a Casillas. 0-3. El Bernabéu en pie aplaude a Ronaldinho. La congregación de dublineses admira asombrada y se rinde a sus pies. “Señores, disfruten del partido, disfruten de ese jugador porque es el mejor del mundo” – les dije apurando de un sorbo mi cerveza y me fui. Aquel partido fue la confirmación definitiva de una tendencia: el Barcelona era el mejor equipo de España. Aquella temporada el barça ganó la liga de nuevo y se coronó rey de Europa por segunda vez en su historia. Ronaldinho, Eto’o y Messi asombraron al mundo y vi por las calles de Dublín más camisetas azulgranas que pañuelos rojos en los sanfermines.

El Madrid se hundió progresivamente en la miseria. Perdió fuelle en liga, Juan Ramón López Caro relevó a Luxemburgo en el baile de entrenadores blancos desde que se marchó Del Bosque (¡ay!) y fue eliminado de la Champions por el Arsenal en octavos. Tres años sin títulos eran demasiados, como lo eran tres goles de tu más odiado enemigo en tu propia casa.

Dos años y un mes después la tortilla ha girado dentro de la sartén. Ahora es el Madrid el que se presenta como actual campeón de liga, cuatro puntos por delante del Barcelona y vertiendo sobre los culés la presión, ya que, de perder se quedarían a 7 puntos, una distancia que, si bien no es insalvable sí que podría ser estigmatizadora. Los de Barcelona presentan alarmantes síntomas de galactización, y esa palabra acojona, que pregunten a los del Madrid, si no. Con un Ronaldinho igual de guapo pero que sonríe menos –y trabaja menos también- y un Messi recién nombrado Balón de Bronce que se pierde el derby por lesión, las posibilidades de los blancos de dar la campanada en el Camp Nou, estadio que históricamente no se les da nada bien, aumentan.

Pero sí que estará el hijo prófugo y los nuevos zagales que vienen con la petición de jubilación anticipada para los “fantásticos”: Giovanni y Bojan. También Iniesta, que ha pasado en este tiempo de ser alumno aventajado a profesor con cátedra. Y Henry, que puede estar o no –no parece que para el encuentro completo- pero que su presencia sería tan amenazante como la de Ronaldo en el Madrid hace dos años: estén como estén, para el rival es siempre mejor que no jueguen.

Sea como sea y termine como termine no será el partido del siglo. En liga, primera vuelta y con tanto aún por disputar es imposible que lo sea porque nada decide. Pero es un clásico, es el partido que paraliza a un país entero. Nervios, pasión y emoción, puro entretenimiento; lo que de verdad nos gusta del fútbol. Y no sólo a nosotros, en México lo verán con unas Coronitas o en Irlanda con unas Guinness.

4 comentarios:

Iberian Proteus dijo...

Efectivamente, en Irlanda lo veremos con algunas guinness.Slainte my friend!. Recuerdos desde la esfera de Dublin. Se le echa de menos viejo amigo.

Javier Coloma dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Javier Coloma dijo...

Un gran análisis del que fue un ingrato recuerdo para muchos de nosotros.

Me gusta ese donaire con el que escribes Manu. Te seguiré de aqui en adelante. ;)

Anónimo dijo...

Pozí, gran y acertado análisis del previo... Sobre todo lo de mosquearte e irte rajando de los mandriles y diciendoles a los knackers abuelos que tenías en el pub que vieran al mejor equipo del mondo lirondo...
JOJOJO, lo que te pierdes ahora de revancha por no estar en dirty Dublin...
En fin, nos veremos..

PS: Corona, es corona en Mexico. Coronita, only in Spain!