miércoles, 6 de febrero de 2008

Sin historia

España 1 - Francia 0

Victoria que sabe a nada. Partido para recordar...olvidarlo, para olvidar...recordarlo. Gol made in Capdevilla. Y poco más


Un partido de fin de semana me pide que empiece narrando las impresiones, los primeros minutos, y poco a poco descifrar la historia que esconde cada partido en el bolsillo secreto de su chaqueta. Pero esto es bien distinto. Cuando se trata de selecciones nacionales, el partido empieza antes. Y no me refiero a las declaraciones de Aragonés, dando a entender su posible marcha. Ni siquiera de su guerra con Raúl, donde el sabio se dedica a pasar por tonto y el madridista suelta algún que otro grito a la puerta del Ayuntamiento. El sentimiento es bien distinto. Es ese gusanillo que baila en tu estómago cuando escuchas tu himno, nuestro himno, y cuando observas al contrario con respeto cantando el suyo. Sí señor, con respeto. Porque, pese a que algunos siguen empeñados en empañar, restar solemnidad al grito de guerra de tu adversario acaba por quitar importancia al tuyo propio.

Ya en el campo parecía que los roles estaban cambiados. Eran los franceses los que llevaban la camiseta roja y los pantalones azules, y con esos colores uno entiende tarea difícil ver a nadie cantar la Marsellesa. Ya acostumbrados a nuestros colores, un sentimiento de usurpación, seguro, se instaló en muchas de nuestras mentes. Y es que nadie concibe ver a su mujer en los brazos de otro hombre. Para colmo, teníamos que conformarnos con ver a Xavi y compañía lucir un amarillo chillón que, si bien luce gustoso en nuestra bandera, es un color que, en este deporte, pide a gritos ver a Robinho, Ronaldo y amigos, pero ese no era el trato.

En lo puramente futbolístico poco puede contarse, salvo que hay veces que ni los nombres de los protagonistas consiguen que nos creamos un partido. No es por falta de ganas de atizarle a Francia y mancharle los morros de blanco, pero la misma alineación de Luis para el partido era una invitación a cambiar el canal del televisor, o hablar con el de la butaca de al lado, porque ni el propio seleccionador creía en este partido.

Si poco creía el de Hortaleza en la Navidad, no eran más católicos los jugadores, que tenían más en mente no lesionarse que regalar a la parroquia malagueña un espectáculo medianamente aceptable. Poco trabajo tuvieron los porteros ante el ritmo andante de ambos equipos que, sin embargo, parece que, aun a medio gas, tienen aprendidos sus papeles. Una España tratando de mecer el partido a base de toques de un lado a otro, hasta acabar durmiendo en sus brazos al rival y, de puro aburrimiento, asestarle un golpe definitivo. Francia, por su parte, a lo suyo. Plantando un dique de contención futbolística y engañando con dos sacudidas certeras.

De uno de esos enajenamientos ofensivos “a la francesa”, que tan bien plantea el barcelonista Henry, pudo caer el gol galo allá por la segunda parte, pero vivir en España es lo que tiene, que siempre quieres volver y tienes que dejar amigos. Iker debió jurarle amistad eterna, porque no es normal que el bueno de Tití telegrafíe una acción tan sobradamente clara, y el balón acabó recalando en el pie del madridista.

Aún habiendo perdonado el francés, para entonces Capdevilla ya había hecho un gol con denominación de origen en sí mismo. De carambola a tres bandas, tras un zapatazo fugaz de Iniesta, que se está erigiendo como pieza angular de este equipo. La trayectoria de la pelota del zapatazo del albaceteño, profetizaba que el balón dormiría en las mallas, pero el disparo salió repelido por una cabeza fantasma que allí habitaba con apellido familiar para algunos, Lassana Diarrá.

El partido regaló poco más. Un cabezazo de Benzema al larguero que Casillas aún está buscando en sus espaldas. Este joven jugador está llamado a ser un nombre muy a tener en cuenta en el panorama europeo y quizás un próximo jugador de la liga española. Y es que el futuro reside ahí. Francia ha olvidado a los jugadores de noble cuna parisina y su selección es un vaivén de culturas, religiones y razas distintas que conviven bajo una misma bandera. En el caso de Benzema, sus orígenes argelinos ya nos hacen recordar al eterno Zidane, y España está en proceso de cambio hacia ese estadio. Quizá para entonces estemos preparados para ganar algo importante. ¿Quién sabe?

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